martes, 15 de septiembre de 2015

[CRÓNICA] EL TRÍDUO, UNA INVITACIÓN A TOMAR LA CRUZ DE CRISTO

Desde el sábado hasta ayer lunes, hemos podido contemplar el dolor de María a través de las homilías de nuestro hermano sacerdote, el Rvdo. Felipe Reina, insertas en los tres días de Triduo que hemos consagrado en honor de las más excelsa de las Madres.

"No se puede seguir a Cristo sin su cruz y aunque todos dudamos en algún momento hemos de ver a Jesús como el cirineo que nos ayude a soportar el peso de nuestras desdichas". A partir de esa idea fue el sacerdote desgranando la necesidad de imitar al Señor portando cada uno de nosotros la carga de nuestros hermanos. Una actitud que ha de ponerse en práctica como necesidad ante el difícil panorama que vivimos, tanto de manera internacional -guerra en Siria y los refugiados- como en las situaciones más cotidianas. Si María y Juan, el discípulo amado, fueron "los cirineos de Cristo quedándose en el Calvario", a nosotros nos toca tomar el testigo de su ejemplo y obrar en consecuencia.

En este sentido, el Rvdo. Reina Hurtado insistió en reiteradas ocasiones que una "fe sin obras no es fe; es una fe que está muerta", remarcando la obligación de "trabajar por quienes más nos necesitan para así, también, alabar al Señor". En este sentido y próximos a vivir el Año Santo de la Misericordia, recordaba las palabras del papa Francisco sobre la actualidad de la Iglesia: una comunidad viva, de puertas abiertas, acogedora para las personas que "muestren en su rostro las heridas de la vida". Y así ha de ser igualmente la vivencia de la hermandad, "una casa de amor y fraternidad", como reflejo mismo de su esencia eclesiástica.

Siendo fieles a la cruz de Cristo "encontraremos la salvación", como recoge la antífona que se canta cada Jueves Santo. La Iglesia "nos invita así a mirar al cruficificado y abajarnos de nuestra condición humana, despojarnos de todo lo que nos sobre y llenarnos de humildad" para que, de este modo, "estemos dispuestos al servicio a los demás" en nombre de esa cruz de Cristo que, a su vez, nos salva y cura.