Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.
(Jn. 3, 16-18)
De esto se trata, de
amar. Al igual que Dios nos ama de continuo y hasta el extremo, Federico ha
procurado hacerlo con Él y con todos nosotros.
Federico, nuestro
querido párroco y director espiritual de la Archicofradía, deja la cinco veces
centenaria Parroquia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula. Llegó con las
manos abiertas y dispuesto a darlo todo por sus feligreses. Se marcha
habiéndose gastado en el servicio a Dios y a la feligresía.
Y nos ha servido
como pedía el Beato Manuel González: “de balde y con todo lo suyo”. Amante de
la Eucaristía y del Santísimo Sacramento, nos ha inculcado a todos la devoción
por el Amor de los amores.
No ha presidido ni
una sola Eucaristía en la que no nombrara a los Titulares de la Parroquia, a
los que desde el primer día mostró una especial devoción. Se ha preocupado por
la dignificación del culto, explicando siempre el significado de todos sus
elementos.
En sus homilías nos
ha recordado, siempre, que la Salvación es una realidad, que la muerte está
vencida y que sólo nos queda amar a Dios y al prójimo, para vivir el Cielo en
la Tierra.
Por lo que respecta
a esta Archicofradía en concreto, “servir” ha sido su actitud. Como un padre
bueno, y con muchísimo cariño, nos ha acompañado como comunidad de creyentes.
Su presencia en retiros, convivencias, catequesis, órganos de gobierno, etc.,
ha sido continua.
Por supuesto que le
vamos a echar en falta. Pero en virtud de la Santa Obediencia, tanto él como
nosotros, damos gracias a Dios por lo vivido y compartido, y nos disponemos a
comenzar una nueva etapa.
¡Muchísimas gracias
Federico por su entrega, cariño y amistad! ¡Que Dios le
bendiga, y que María Santísima del Amor Doloroso le acompañe en su nueva tarea
pastoral!