martes, 16 de diciembre de 2014

MARÍA, LA ESPERANZA DEL ADVIENTO

El Adviento es, por un lado, el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad que rememoran la venida del Salvador al mundo; y, por otro, se considera un momento para reflexionar sobre la futura vuelta que hará Cristo al final de los tiempos. De ahí que sea una época de expectación alegre.

El sentido central es celebrar a Cristo a través de la vivencia de la liturgia, implicando con ello un protagonismo especial para María, la Madre del Señor, la que dió a luz en el humilde pesebre de Belén. Al contemplar al igual que los Profetas el inefable amor que la Virgen derrochó esperando la venida de su hijo, la Iglesia anima a los fieles a tomarla como modelo y a prepararse para revivir de nuevo el nacimiento de Cristo, "vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza". De ahí que los últimos días del Adviento sean acentuadamente marianos, como armonizan el culto, los dogmas y la religiosidad popular. De ahí la costumbre de su atavío con las prendas concepcionistas durante todos estos días, su presencia tras la media luna apocalíptica a sus pies o su exorno con el corazón amoroso en el centro de su pecho.

Por eso en estos días expectantes y esperanzados ante el inminente nacimiento del Señor, exhortamos a nuestros hermanos a dirigirse hasta Los Mártires y postrarse ante las plantas de nuestra Madre del Amor Doloroso. Y si por circunstancias no puede ser, al menos mirar durante unos minutos su estampa en una fotografía. Una oración a Ella nos dirigirá directamente al Padre, conduciéndonos al final hasta el Hijo. El mismo que sus manos acunaron en Belén y al que nosotros vamos a hacerle un gran hueco en nuestros corazones. Feliz Adviento, cofrades de Pasión; feliz esperanza.

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