En la tarde de ayer viernes, 12 de septiembre, daba comienzo el Triduo a nuestra Madre del Amor Doloroso. El predicador, fray Jesús Miguel Benítez, nos recodaba en su homilía la falta de "vida, verdad y coherencia" en la que vive el mundo actual. De ahí la necesidad de convertir los cultos a la Virgen en "motivo de gozo para la vida del creyente" pues Ella "personifica el silencio de la humanidad", pauta trascendental de su vida. María representa "un silencio sonoro, un eco que grita un ansia de Verdad". Precisamente por ello nosotros "no podemos engañarla con dobles caras, pues a sus plantas somos transparentes" porque nos conoce tal y como somos. Contemplar a María conlleva "aprender y cambiar", hacer "sincero y verdadero cuanto hacemos" al mismo tiempo que le pedimos "que nos ayude a quitarnos esa máscara que nos deforma".
Terminada la Eucaristía pasamos a la Capilla Sacramental para que, antes de rezar la Salve Regina a nuestra Madre, se le presentaran a Ella los niños de Pasión que en este último año han nacido y otros ya más mayores.
Todos, a sus plantas, pidieron para que en sus vidas el manto de la Virgen del Amor Doloroso los protegiese siempre de todo mal. Que así sea
