martes, 20 de noviembre de 2012

30 AÑOS DE LA MUERTE DE LUÍS ORTEGA BRU



21 de noviembre de 1982. Caserón de la plaza del Pumarejo. Encrucijada de los barrios de San Luís y La Macarena, Sevilla. A los 66 años de edad, la muerte llegaba sin previo aviso al domicilio de una humilde familia para llevarse consigo a un hermano, a un amigo. Jesús de la Pasión llamaba ante su presencia a Luís Ortega Bru. En plena madurez artística, el genio sanroqueño dejaba tras de sí toda toda una estela de buenhacer dedicada al noble arte de la estatuaria.


Su vida, tachonada en su juventud de episodios truculentos, le había enseñado a sobrellevar las circunstancias difíciles otorgándole un espíritu indómito capaz de crear esculturas expresivas, inspiradas en los grandes maestros del Renacimiento y el Barroco aunque dotadas de una sorprendente modernidad plástica. Una personalidad propia, original y temperamental que lo sitúan como el gran renovador de la plástica religiosa contemporánea, como así lo reconoce la historiografía artística.


Su legado, el nuestro, es sin duda alguna el referente del cofrade de Pasión. Nuestro portentoso Nazareno, síntesis artística de todo su bagaje artístico, es el nexo de unión no sólo de los cofrades con el Dios eterno sino el vínculo indeleble de gratitud de la hermandad para con uno de sus hermanos más queridos.


Hoy, al igual que entonces, pero 30 años después, la memoria colectiva de Pasión rinde tributo a este escultor al que Málaga, la tierra de sus abuelos, le salvó de una temprana muerte. Y lo hacemos a través del cariño de quienes tuvieron la suerte de conocerlo y, también, con la memoria agradecida y emocionada de otros tantos que sólo saben de él a través de su obra. A tí, maestro, artista, hermano, nuestro recuerdo, admiración y gratitud por siempre. Descansa en paz junto al Señor de la Pasión.