
Con la puntualidad de costumbre, a las 18 horas del Sábado 30 de enero se abrían las puertas de la Parroquial de los Mártires. Pasión se echaba a andar en una jornada histórica para revivir su fundación, para agradecer a cuantos han contribuido en estos 75 años de vida, para reencontrarse con su identidad, para orar ante el Señor acompañándolo en su transitar por una singular Vía Dolorosa.
Desde minutos antes, el Templo iba acogiendo a los hermanos que quisieron dar testimonio de su fe, iluminando el transitar del Nazareno o sosteniendo el dulce peso de las andas. En la memoria colectiva estaban presentes aquellos cofrades que nos precedieron y que disfrutan a diario del rostro del Señor; otros que por motivos distintos no pudieron estar; o aquellos que prefirieron encontrarse con el cortejo en las calles.
El recorrido, tras las últimas modificaciones realizadas a instancias de la Policía Local, seguía el criterio de visitar la sede fundacional, la Parroquia de San Felipe Neri. En sus enjabelgados muros, una placa cerámica recoge desde este día la leyenda que recuerda aquellos difíciles tiempos de 1934 y 1935 en los que un grupo de jóvenes decidieron fundar esta realidad que hoy es Pasión. Posteriormente, las cercanías de la extinta Iglesia de San José era el segundo objetivo. Una nueva señalética rememora que fue éste el Templo desde el cual se verificó la primera Estación de Penitencia el Lunes Santo, 30 de marzo de 1942. Por último, la Plaza del Obispo era el escenario a recorrer pero la imposibilidad de rodearla unida a otras prevenciones de seguridad vial recomendaron no visitarla, optándose por el paso junto al conjunto Catedralicio y la portada de la Iglesia del Sagrario. Entre tanto, las Estaciones del Vía+Crucis, señaladas por los Estandartes de Celia Berrocal, eran leídas por miembros de las Hermandades e Instituciones más próximas. Como texto, el que en su día nos legara Monseñor Francisco Parrilla, auténtica guía espiritual para quien decida realizar a este ejercicio piadoso.
Oración, recogimiento, seriedad, elegancia... valores que siempre ha detentado la Archicofradía y que volvieron a actualizarse, una vez más. Memoria viva e identidad. Vuelta a las raíces para, desde el silencio, honrar al Señor. Éste, desde las andas cedidas por su Madre, se mostraba más humano, cercano y sencillo que nunca. En la memoria descansan ya estampas irrepetibles: recorridos urbanos novedosos, música de Capilla excelente y una encomiable actitud de servicio demostrada humildemente por todos los hermanos intregrantes del cortejo. Idiosincrasia de Institución Sacramental, no sólo por el color de los cirios, sino por la veneración silenciosa al Dios Eucarístico, Mesías Redentor en su Pasión.

En el retorno al Templo, la oscuridad de sus naves y la añoranza propia de un corazón deleitado y sacudido por sensaciones únicas e irrepetibles, dan paso al agradecimiento más sincero. Primero a Dios, por permitirnos disfrutar de su presencia en una fría tarde; y luego a los cofrades, con independencia de su antigüiedad en la Corporación, quienes un buen día decidieron voluntariamente vivir su vocación cofradiera en el seno de esta comunidad cristiana. Sin duda, motivos más que suficientes que impulsan a mantener viva la llama de la fe sacramental y a trabajar por la definitiva instauración del Reino de Dios en la tierra.