miércoles, 5 de agosto de 2009

NUEVOS ESTANDARTES PARA 2010


Era un secreto a voces y después de mucho esperar, en la próxima Cuaresma serán una nueva realidad. Los nuevos Estandartes del Señor y de la Virgen, diseñados por nuestro hermano y Consejero, Fernando Prini Betés, comienzan a ejecutarse en estos primeros días en el malagueño Taller de Bordados de Manuel Mendoza. Un proyecto que estaba en la mente de muchos y que, por diversas circunstancias, dormía el “sueño de los justos” a la espera de poder realizarse. Ahora, a punto de cumplirse el 75º aniversario fundacional, la Junta de Gobierno ha decidido honrar en dichas efemérides a nuestras Veneradas Imágenes con la hechura de estas insignias que vienen a sustituir a las que actualmente se procesionan. Los motivos son principalmente dos: el delicado estado de conservación; y su escasa sintonía estilístico-formal con el conjunto de enseres que conforman el cortejo procesional del Lunes Santo.

Con dicha motivación, la Comisión de Patrimonio venía trabajando en elaborar un proyecto acorde con el discurso estético de la Procesión en la calle y, tras un pormenorizado debate interno, elaboraba en teoría las líneas básicas de los nuevos Estandartes. Unas pautas que requerían la fineza del diseño de Prini Betés, miembro de la citada Comisión, para concretar el proyecto y que se nutren, en definitiva, de dos puntos de partida: la recuperación de una tipología de pintura desaparecida, por desgracia, en el ajuar de las Corporaciones malacitanas, consistente en la no reproducción del típico retrato de la Imagen Titular sino en la apuesta por una iconografía general que recuerda, por supuesto, las particulares de la Archicofradía, esto es, un Nazareno con la cruz a cuestas y una Dolorosa ataviada de luto; y la incorporación del repertorio ornamental propio de las piezas de Cayetano González Gómez envuelto por su particular cosmogonía estilística.

La prueba de esta conjunción la tenéis junto a estas líneas. Ambos Estandartes parten de un esquema compositivo común pues la estructura ornamental, dispositiva y arquitectónica es la misma: una flámula textil de esbeltas proporciones de la que emerge, en su cimera, un penacho de palmetas y elementos ovales, dan paso, a lado y lado del conjunto, a un friso ondulante de hojas de acanto que entremezclan los lirios (en el Señor) con las granadas (en la Virgen), vegetales ambos que redundan en la divinidad, castidad y hermosura de las deidades que acompañan. En el centro de la composición el Estandarte del Señor apuesta por un óvalo circundado por esbeltas hojas simétricas, ligeramente apuntadas en su unión, rematándose por una corona de espinas; mientras que el de la Virgen opta por emular los antiguos blasones heráldicos de estructura recta en su parte superior y combada en la inferior, con las mismas hojas descritas en el Señor que permiten, en su unión, la inserción de las apocalípticas doce estrellas, timbrándose con una amplia corona ducal. Ambas insignias incorporan por parejas dos emblemas de clara raigambre cristífera y mariana: la escalera, la lanza, la esponja y los tres clavos (símbolos por excelencia del cruento sacrificio de Cristo) y el corazón llameante traspasado por una lanza junto a la rosa de pasión (evocadores del profético mensaje del anciano Simeón que convertirán a la Virgen en protagonista del drama del Gólgota a través de la Compasio Mariae). Así mismo, los colores elegidos para el terciopelo que hará las veces de soporte textil son el morado penitencial para el del Señor y el burdeos para el de la Virgen, pues ambas tonalidades son la base de sus respectivos ajuares.


En próximos números de Cireneo se dará cuenta del proceso de creación de estas piezas, llamadas a convertirse en referente patrimonial de la Archicofradía pues a su singularidad estética, morfológica y estructural se une la fineza de su realización, no solamente por la calidad de los bordados sino, también, por el de las pinturas que protagonizan su centro. Precisamente éstas se deberán a la creatividad artística de nuestra hermana y Camarera, Celia Berrocal Villena quien, a buen seguro, sorprenderá a propios y extraños con unas composiciones que se salen de su habitual maniera y que la acercan al universo de los grandes paradigmas clásicos del Barroco andaluz más castizo.