domingo, 19 de octubre de 2014

CRÓNICA DEL ROSARIO | VIVIR CON MARÍA EL AMANECER DEL DÍA DEL SEÑOR

Las calles de la feligresía de los Mártires han vuelto a ser esta mañana testigo de la arraigada costumbre de los hermanos de Pasión de amanecer todos los domingos, terceros de octubre, rezando el Rosario junto a María Santísima del Amor Doloroso. Igual que hace cuarenta años pero tan diferentes en matices, como suele ocurrir siempre en las últimas cuatro décadas.

A las 8 horas, la Cruz-Guía estaba puntual en el cancel de la puerta lateral del Templo parroquial, mientras desde la Capilla Mayor se daba comienzo al Rosario de la Aurora. La Virgen, en sus andas dispuestas en el bajo presbiterio, iba vestida con el terno azul de bordados dieciochescos y mantilla bordada en tul con pedrería, ciñendo la corona dorada de rocalla. El exorno floral de las andas lo componían claveles blancos en friso y ánforas, con piñas de nardos en las anforitas del frontal. El cortejo, aproximadamente formado por ciento cincuenta devotos, iba desplegándose por Santa Lucía a medida que se escuchaban los rezos de los Misterios intercalados por las antiguas melodías de los "auroros" de la Camerata Ipagro. Antecediendo el cuerpo de acólitos, once monaguillos con túnica negra y roquete blanco portaban las cestas con el incienso y el carbón.

El itinerario repetía el acostumbrado en los últimos años, pasando esta vez por los laterales este y sur de la plaza de la Constitución hasta llegar a Especerías, Cisneros y Fajardo. Entrando por Pozos Dulces, los hermanos de la Hermandad de las Penas ofrendaban el paso de la Virgen con un ramo de flores, mientras su Dolorosa titular presidía un altar conmemorativo de las efemérides que en estos días celebran y que evocan los sesenta años de su hechura. Al final del Muro de las Catalinas, los hermanos de la Sacramental de Viñeros también esperaban corporativamente el paso del cortejo que, bordeando la antigua muralla de la ciudad, proseguía por Arco de la Cabeza, Carretería y Nosquera, vía esta última que se encontraba expedita de andamiajes. Con dicho motivo, el cortejo retomaba el paso por la puerta de san Julián modificándose ligeramente el tramo previsto para volver así al Templo por Nosquera y Comedias con prácticamente tres cuartos de hora de antelación. En la plaza de los Mártires, los hermanos con cirios abrieron calle al paso de las andas de la Virgen que, recorriendo las naves, se situaba finalmente en el punto inicial a los sones de la composición "Estrella Sublime" interpretada por los plectros de la Camerata.

A partir de entonces se celebraba la Eucaristía, con los hermanos ocupando prácticamente todos los bancos del Templo. El párroco y director espiritual, Reverendo Cortés Jiménez, nos exhortaba en su homilía "a tomar conciencia de nuestra realidad en este mundo, al que hay que iluminar con el mensaje de la Buena Noticia". Coincidiendo el culto con el día en el que la Iglesia recuerda su sentido misional (campaña del Domund), el sacerdote trazaba un paralelismo con la vida de la hermandad, la cual debe también "perseverar en su esencia evangelizadora para hacer sentir a los hermanos el sentimiento de cooperantes en el mundo y así hacer de éste un signo visible del Reino celestial que nos aguarda".

Terminada la celebración eucarística era momento de retornar a la Capilla Sacramental. El transitar de nuestra Madre del Amor Doloroso se hacía pausadamente al ritmo de la marcha que compusiera en su honor el maestro Eloy García, depositándose a su término delante del Señor de la Pasión. Con el rezo del "Salve Madre" y la jaculatorias de rigor, se ponía el punto final a una mañana diferente. Aquella en la que los hermanos de Pasión acompañan a María en el amanecer del día del Señor. Como hace cuarenta años y como, ojalá y así Ellos lo quieran, por muchas veces más.